Ana se quiere suicidar. Por eso Ana corre, corre. Conduce sus pasos a la estación para no perder el tren, su último tren. Y recuerda que Tolstoi condujo, hace más de 100 años, a su Ana, con su pluma experta, a la estación de Moscú y la arrojó, con mano firme, a las vías de su tren, su último tren.
Ana (nuestra Ana) se quiere suicidar. Por eso Ana corre, corre. Quiere llegar a su última estación y caminar sus últimos metros, y arrojarse bajo las ruedas de su último tren. Y tal vez piense que la vida es simplemente eso, es esperar en una fría estación a que llegue nuestro tren, que nos llevará a la siguiente, donde esperaremos al próximo y así, una y otra vez, día tras día, estación tras estación, hasta apearnos en la última y caminar nuestros últimos metros y descubrir, entonces, que ese que ya se ha ido era nuestro último tren.
Ana se quiere suicidar. Por eso Ana corre, corre. Pero Ana, como nos ocurre a todos cuando no queremos perder nuestro tren, llega tarde.
Espero, espero y espero mi tren, que dejo escapar. Gracias por ayudarme a mirar hacia adentro, Juan Pe. MC.
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