viernes, 18 de febrero de 2011

¿Cuántas malas historias salen de un inicio cojonudo?


 

Una mañana, tras un sueño intranquilo Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto.
Ahí va la primera.


VIDAS

JUAN PEDRO RODRÍGUEZ MURILLO


Una mañana, tras un sueño intranquilo Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto.
Volvía a la vida dentro de su habitación embrionaria. Pero no podía creerlo. No, otra vez, no. ¿Hasta cuándo iba a durar esto?, se preguntó su cerebro de humano recluido una vez más dentro de un ser inferior. ¡Qué infame creador ha podido idear una broma tan retorcida! Y no había manera de escapar. Morir y renacer, en una cadena sin fin, hasta lograr ser de nuevo una persona.
Intentó hacer algún sonido, imposible. Enfurecido se lanzó contra la ventana. Chocó torpemente con sus alas membranosas. Nada. Volvió a la cama y desde ahí repitió su vuelo suicida. Golpeó el vidrio con la parte baja y más dura de su cuerpo, y esta vez, aterrizó en el suelo boca arriba sobre un lecho de cristales. El estruendo se propagó por toda la casa.
Rabindranath Devi, colega y compañero en este absurdo proyecto vital, se levantó sobresaltado y sin ni siquiera vestirse corrió a encontrarse con su amigo muerto. Había terminado el proceso de renacimiento, seguro, pero… “¿En qué ser se habría convertido Gregorio?”, se preguntaba.
Entreabrió la puerta con cuidado. Nadie en la cama. Metió la cabeza por el pequeño hueco y vio la ventana rota. Debajo de ella una descomunal chinche movía con rabia sus patas. Intentaba darse la vuelta. “¡Pobre Gregorio!”, se dijo. Se acercó y lo ayudó a voltearse. Durante un segundo creyó ver agradecimiento y tristeza en sus ojos, incluso pensó que lo reconocía. Pero no. La chinche saltó hacia su pierna desnuda y se encaramó a ella, en ese instante pudo sentir el dolor agudo de su picadura. De un manotazo la lanzó contra la pared y nada más caer pisoteó la cabeza de su amigo. Un crujido mortal. Un líquido verdoso y denso salió despedido de la chinche salpicándolo todo y escurriéndose entre sus pies. El repugnante olor que trepaba por su cuerpo y contaminaba la habitación lo mareó. Se llevó una mano a la boca para, con gran esfuerzo, contener una arcada. Tomó fuerzas y se agachó.
             –Descansa de nuevo en paz, Gregorio –dijo Rabindranath recogiendo, con lágrimas en los ojos, el asqueroso bicho del suelo, y arropándolo otra vez con la acartonada sábana, cansada de amortajar, día tras día, los sucios cadáveres del Sr. Samsa–. Mal vamos compañero si para unos minutos que vives, solo te dedicas a hacer daño. El karma no perdona Gregorio –susurró mientras cerraba la puerta de la habitación mortuoria y se alejaba. Sintiendo de nuevo esa soledad, echando de menos a su amigo.

2 comentarios:

  1. ¿Se anima alguien a escribir un relato partiendo de un gran inicio?

    Por ejemplo, La Metamorfosis de Kafka.

    Venga, serán bienvenidos.

    Salud.

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  2. Estas cosas son tentadoras...suelen ser interesantes...puedo prometer y prometo (ahora con eso del 23-F está el personaje de moda) que voy a pensar el escribir algo, corto, aunque sea en forma de comentario, por animar el blog...Gustavo, aprovecha tu operación y dale al teclado.....
    Javi

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