domingo, 13 de febrero de 2011

¿Por qué?

¿Por qué?, me preguntan y yo que no soy de esos que dan explicaciones respondo: y… ¿por qué no?

Podría extenderme y decir que Carlos está más enfermo que yo, que ya no tiene cura. Que es un jodido malabarista. Un jugador empedernido que juega con las palabras, con los sujetos, con los predicados, hasta volverlos completamente locos. Hasta volvernos completamente locos.

Y tiene un blog, aunque, todo hay que decirlo, lo tiene abandonado.


Carlos es un tipo que cuando le dices que escriba algo sobre su vida escribe cosas como esta:


AUTO(r)BIOGRAFÍA

Desde entonces, sin una respuesta elemental, me lanzaron entre muchos a la incongruencia. No me arrepiento de haber nacido, sí del lugar, demasiado lejos del sol para tener la voz en carne viva y no significar siquiera yo, porque la palabra, ya tronco a la deriva, a medida que trataba de decir algo más complejo que buenos días, rompía sus esclusas, se despeñaba por mil acantilados más huérfanos aún, y se alejaba, inapresable y múltiple, llegando a no encontrarme en lo que estaba escrito.
Y puede ser, por tanto, que escriba, mientras pueda, así me lo parece, simple o llanamente por abrir mi hoyo o cerrarlo de golpe injuriando la cal de un ojo que pesa más que todo y menos que nada. Escribo, es probable, por no sentir tan a solas la angustia vital del escuerzo o de la escolopendra, por tener hierro en las uñas y sal en la luz que luego fuera sombra en donde la esperanza, o viceversa incluso: para sobrevivir es imprescindible, único medio de no derramarse, contra corriente, por los huecos sin fondo que el vacío diseña sin reposo en cada transparencia teñida de dolor o en su memoria fría. Escribo, ya bien lo habrás notado, para engañarme un poco, por rellenar espacio y simular un tiempo.
De momento, también se acaba esto, diré que sigo siendo Carlos -si es que me contradicen o es que me ningunean-; ese otro que quiere ser el mismo en cada rotación aunque se llame tú, por ejemplo; apenas este nombre colgado del olvido en pos de lo indecible a punto caer el día menos pensado en manos de la dicha, ya sin presencia y plena, para poder ser alguien, completo y verdadero, de nuevo en lo inefable.

CARLOS ALCAIDE


Y tal vez alguien me pregunte ¿por qué?, pues por esto, joder. Por esto pasamos las mañanas de los domingos alrededor de una mesa de cristal con un bolígrafo en una mano, una cerveza en la otra y los cerebros licuados acercándose cada vez más al punto de ebullición.

Y aún habrá alguno que siga preguntándome ¿pero por qué?

Y a mí ya solo me queda por responder: que te follen.

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